martes, 24 de agosto de 2010

IMÁGEN Y SEMEJANZA DE DIOS


Como seres creados por y para el amor (Génesis 1, 26), cuya tarea es aprender a manifestar todo lo que somos, nos hace bien actuar y/o vivir de acuerdo a nuestra esencia, ser seres amorosos.

Nuestra forma humana, nuestra corporeidad - desarrollada por la evolucion a través de los milenios -, nos permite poder sentir todo lo que hacemos, nos permite impactarnos por las cosas y las circunstancias.

Este impacto de verdad lo sentimos en nuestro cuerpo - en nuestra humanidad - de alguna forma lo que hacemos o dejamos de hacer de verdad produce efectos en nosotros. Este impactarnos por la realidad que nos sucede, siempre nos produce reacciones y aprendizajes.

De estos aprendizajes, hay algunos que pueden llegar a transformarse en fuente de sabiduría y otros, sólo en fuente de disminución de nuestras habilidades y capacidades de comprensión y entendimiento.

Si el motivo del aprendizaje es el miedo, lamentablemente disminuiremos nuestra capacidad de humanidad ya que con el miedo solo caminaremos la senda del temor, de la restricción, de la desconfiaza, de la protección, de la no humanidad.

Estos aprendizajes, los vinculados con el miedo, surgen de nuestro sentido de supervivencia y protección, y claramente son correctos, pero básicos. Como seres humanos debemos ir más allá y comprender que esta primera reacción instintiva, si bien es natural y necesaria, no es ni debe ser la única, debemos ser capaces de dar los pasos necesarios para humanizar estas reacciones.

Sólo si logramos dar los pasos necesarios para humanizar nuestras reacciones instintivas, claramente podremos entrar en una senda nueva, de mayor comprensión y entendimiento y que pueden llegar a transformarse en fuente de sabiduría, motivo de nuestra existencia en este plano o dimensión.

Si no actuamos en concordancia con nuestra esencia de amor, seguiremos dormidos o como se refería Yoshua Emmanuel, seguiremos "muertos" (Lucas 9, 60)



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