Vivir la experiencia de la conciencia, es vivir cada día como si fuera único y el último, es decir, vivirlo como si no hubiera otro - pero no en el sentido catastrófico - sino en el sentido de que nunca más tendremos un día como el que en este preciso momento tenemos.
Esta conciencia de lo original y especial de cada día, nos abre infinitas posibilidades sobre la percepción que podemos tener sobre la vida misma, pero para darnos cuenta de ello es necesario tener conciencia de que cada día es algo único y especial, de que cada día es un regalo... quizás por eso se le llama "presente".
Para muchos, los días transcurren monótonos y sin muchos sobresaltos, y hasta nos parece bueno que sea así porque esto de las "sorpresitas" de la vida, no nos agradan en lo más mínimo. Las más de las veces estas sorpresas, nos implican molestias e incluso dolor y claramente nos gusta permanecer en el confort de lo seguro y por supuesto en la calma e inmovilidad que permite que todo siga igual, previsible y controlable.
Sin embargo, la realidad de nuestra existencia nos hace enfrentar cada día nuevos desafios para nuestra percepción de nosotros mismos y de los demas y también nos abre oportunidades de trabajar nuestro desapego a las cosas, a las personas y sobre todo a los pensamientos autoreferentes, los que normalmente nos llevan a un desmesurado desarrollo de nuestro EGO que no permite una mirada humilde a nuestra propia realidad.
Con todo y quizás por nuestro desmedido EGO, nos dormimos y actuamos ante la vida con el "piloto automático", en una especie de sopor emocional y racional, con ataduras a la creatividad y mucho temor de vivir plenamente nuestro presente.
Es tanto el miedo a vivir nuestro presente, nuestro regalo vital, que preferimos anclarnos en el pasado en donde radicamos nuestras alegrías, penas y dolores y que nos ha permitido generar nuestros mecanismos de defensa y "experiencias" de la vida o, al contrario, intentamos vivir en un futuro posible y lleno de buenos augurios y buenas intenciones, soñando con que alguna vez nos tocará a nosotros ese algo de buena suerte que permitirá que seamos felices.
La vida, sin embargo, se nos irá entre los dedos pues no estaremos ni en nuestro pasado ni en nuestro futuro... debemos recordar siempre que sólo estamos y tenemos nuestro presente, nada más.
Desde esta perspectiva, quizás no sea negativo enfrentar cada día como si fuera el último de esta existencia y quizás así - con ese sentido de término vital - podamos gustar más plenamente cada minuto de nuestra vida y no perder el tiempo en banalidades y en odiosidades indeseables e indecorosas que nos dejan en nuestro pasado - que ya pasó - o en un futuro incierto y somnoliento - que aún no es- y que no nos permite tener los pies anclados en este regalo maravilloso de día presente.
Como decia Yoshua Emannuel "...bástele a cada día su propio afán..."
Esta conciencia de lo original y especial de cada día, nos abre infinitas posibilidades sobre la percepción que podemos tener sobre la vida misma, pero para darnos cuenta de ello es necesario tener conciencia de que cada día es algo único y especial, de que cada día es un regalo... quizás por eso se le llama "presente".
Para muchos, los días transcurren monótonos y sin muchos sobresaltos, y hasta nos parece bueno que sea así porque esto de las "sorpresitas" de la vida, no nos agradan en lo más mínimo. Las más de las veces estas sorpresas, nos implican molestias e incluso dolor y claramente nos gusta permanecer en el confort de lo seguro y por supuesto en la calma e inmovilidad que permite que todo siga igual, previsible y controlable.
Sin embargo, la realidad de nuestra existencia nos hace enfrentar cada día nuevos desafios para nuestra percepción de nosotros mismos y de los demas y también nos abre oportunidades de trabajar nuestro desapego a las cosas, a las personas y sobre todo a los pensamientos autoreferentes, los que normalmente nos llevan a un desmesurado desarrollo de nuestro EGO que no permite una mirada humilde a nuestra propia realidad.
Con todo y quizás por nuestro desmedido EGO, nos dormimos y actuamos ante la vida con el "piloto automático", en una especie de sopor emocional y racional, con ataduras a la creatividad y mucho temor de vivir plenamente nuestro presente.
Es tanto el miedo a vivir nuestro presente, nuestro regalo vital, que preferimos anclarnos en el pasado en donde radicamos nuestras alegrías, penas y dolores y que nos ha permitido generar nuestros mecanismos de defensa y "experiencias" de la vida o, al contrario, intentamos vivir en un futuro posible y lleno de buenos augurios y buenas intenciones, soñando con que alguna vez nos tocará a nosotros ese algo de buena suerte que permitirá que seamos felices.
La vida, sin embargo, se nos irá entre los dedos pues no estaremos ni en nuestro pasado ni en nuestro futuro... debemos recordar siempre que sólo estamos y tenemos nuestro presente, nada más.
Desde esta perspectiva, quizás no sea negativo enfrentar cada día como si fuera el último de esta existencia y quizás así - con ese sentido de término vital - podamos gustar más plenamente cada minuto de nuestra vida y no perder el tiempo en banalidades y en odiosidades indeseables e indecorosas que nos dejan en nuestro pasado - que ya pasó - o en un futuro incierto y somnoliento - que aún no es- y que no nos permite tener los pies anclados en este regalo maravilloso de día presente.
Como decia Yoshua Emannuel "...bástele a cada día su propio afán..."
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