El maestro zen Gutei solía levantar su dedo cuando explicaba cuestiones relativas al zen. Un discípulo muy joven comenzó a imitarlo, y cuando alguien le preguntaba de qué había hablado su maestro, el muchacho levantaba el dedo.
Gutei se enteró de lo que estaba ocurriendo y un día, en el momento en que lo estaba haciendo, tomó al muchacho, sacó un cuchillo, le cortó el dedo y lo tiró lejos.
Cuando el chico salió corriendo, Gutei le gritó: «¡Alto!» El muchacho se detuvo, se dio la vuelta y vio a su maestro a través de las lágrimas.
Gutei tenía el dedo levantado.
El muchacho fue a levantar su dedo y cuando se dio cuenta de que no estaba, hizo una reverencia. En ese momento se iluminó.
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